lunes, 1 de agosto de 2011

Un cajero automático o el mundo al revés

En este país, y supongo que en todos, es común que haya que hacer cola (fila) para muchas actividades: Digamos, para entrar al cine, comprar en algunos mercados, o pagar en cualquiera de ellos, entrar a una discoteca o sacar dinero de un cajero automático...

El último es el caso que me ocupa. Hoy mismo viví una situación digna de Galeano y su mundo al revés. Trabajo en un edificio junto a otras 3 mil personas. Adentro del mismo hay un par de cajeros, y por consiguiente los usuarios habituales de esos aparatos somos compañeros de trabajo.



Esta mañana requería obtener efectivo pero la cola del banco estaba muy larga. A pesar de haber visto a una amiga en la cola, me pareció un abuso adelantar a tanta gente para sacar el dinero, así que decidí sacar la cuarta parte de lo que había planificado, usando el cajero automático.

Allí también había cola, pero más corta y rápida. Todo estuvo bien durante unos minutos, hasta que la señora en frente de mí saludó a una amiga y con total desfachatez la ubicó adelante de ella.

-¡Métete aquí!

Y yo ¡¡¡WTF!!!... tardé como diez segundos en reaccionar y decirle a las abusadoras:

-Supongo que entonces yo me meto allá- señalando el lugar inmediatamente adelante de ellas...

-¡Ay! ¡pero eso lo hacemos todos siempre!

-Precisamente, señoras, ese es el problema... todo el mundo se colea; después queremos un país modelo, un país organizado, pero cuando nos toca a noso...

-Sí, chico, es que la gente no colabora- me interrumpió.

En el límite entre el desconcierto y la incredulidad, les digo:

-Exacto, tenemos que empezar nosotros mismos

-Bueno, pero es que somos compañeros de trabajo

O sea, lo que me estaba diciendo la imbécil esta es que como somos compañeros de trabajo es legítimo que se adelante el turno. Yo, para evitar un infarto prematuro o soltarles un insulto (merecido pero bastante inapropiado), decidí no prestar atención al diálogo que montaron entre ellas. Hasta que una de las dos (la que le permitió el paso a la otra), vino a decir:

-Lo que pasa es que hay gente así, mala gente...- y me señaló con la boca

Ahí sí me quedé completamente turulato. Pero me rcompuse y le dije bien alto, ahora sí, para que toda la cola se enterase:

-Señora, ¿usted además de que se colea, me llama mala gente porque le reclamé?

- Es que yo quise hacerle un bien a mi amiga y tú no me dejas

-¡Bueno, pero increíble! -exclamé en el mismo tono anterior- ¡ahora el que reclama justicia es malo, porque no permite ser abusado...!

-¡Es que ya te veré a ti, porque algún día vas a meter a alguien!

Ya ahí, antes de decirle cuatro cosas, me limité a hacerle un gesto con la mano, porque entre tanto había llegado MI turno (que ocupaba ella, ya que el de ella lo había ocupado su amiga), y la invité amablemente a pasar al cajero y callarse la puta boca.

Lo más llamativo es que alrededor la gente se reía de la situación, pero ninguno fijó posición; ni defendieron el derecho a la cola, o al abuso; más allá de la risa, reinó la indiferencia. Yo me pregunto para mis adentros, qué demonios le pasa a la gente.

Ahí nos veremos.

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